sábado, 17 de julio de 2010

Lágrimas de ciclista, lágrimas reales


Un ciclista solo tiene dos tipos de lágrimas, por frustración o por una victoria significativa, las lágrimas de dolor no existen en este deporte, aunque te rompas la clavícula, la cadera, el codo, fémur o lo que sea, el ciclista es un ser humano diferente, de otra pasta, con un umbral de dolor superior a los demás.

Ya sea por frustración o por una victoria, en el fondo cada lágrima tiene la misma composición química, se deriva de la sorpresa, de las emociones, de que sucede lo inesperado, aunque dentro de ti sabes que puede suceder dicha situación y siempre lo tienes en cuenta.
En este Tour de Francia hemos visto muchas lágrimas, tantas como para llenar una piscina olímpica todas con su razón de ser.

Desde el inicio de esta gran ronda, hemos visto corredores ahogados en sus penas, un simple desperfecto mecánico, un poco de aceite en la calle o simplemente un empujón accidental tiran a la hoguera meses de preparación, meses de ilusión, de esfuerzo y gran sacrificio. Tyler Farrar, Simon Gerrans, Robert Hunter, Lance Armstrong, Frank Schleck, Christian Vandevelde, Manuel Cardoso, Mathias Frank, Cadel Evans y muchos otros tienen ese gran sin sabor en común, todo el esfuerzo tirado antes de tiempo por problemas externos al ciclista. Algunos ya no siguen en competencia, son heridos de guerra, héroes perdidos en batalla, otros tratan de ayudar al equipo en lo que puedan, aunque ya no se manejan con la misma ilusión. Sin embargo, todos con decepciones diferentes, Armstrong perdió su sueño de ganar nuevamente el Tour y por otro lado Manuel Cardoso se pierde el debut de su primera carrera de tres semanas luego de la aparatosa caída en el prólogo en Rotterdam.

No obstante, tenemos la otra cara de la moneda, la lágrima que se levanta ese día con el pie derecho y quiere brindar a toda costa alegrías, hacia familiares, seguidores del ciclismo, miembros del equipo, patrocinadores, periodistas y todo espectador presente en la línea de meta.

Así le ocurrió a Mark Cavendish en la etapa 5 en Montargis, su victoria significaba el fin de un año negro, lleno de desilusiones, críticas, caídas y lesiones. En todo el año no había ganado ningún sprint de primer nivel, solo en algunas carreras secundarias y la histórica Milán – San Remo, el monumento de 300 kilómetros lo tuvo que ver de largo aunque era el campeón defensor, ni siquiera llegó a la última pequeña ascensión con los favoritos, condicionado por una caída y la mala condición física en que se encontraba. Hace un año vivía un sueño, ese sueño que todo ciclista super-clase abraza pero se le esfumaba entre los dedos en un abrir y cerrar de ojos.

Otra grata sorpresa fue el triunfo de Andy Schleck en Morzine, el primer triunfo en el Tour del hermano menor de los Schleck, y primera vez que se vestía de líder, todo un sueño hecho realidad, todo un mundo de fantasía plasmado en un instante, algo que ni su padre Johnny ni su abuelo Gustav pudieron conseguir en sus innumerables participaciones, pero que su hermano Frank comentaba como una sensación única ya vivida por él en Prato Nevoso dos años atrás.

Alexander Vinokourov, es un símbolo del ciclismo de piñón, de ese ciclismo de ataque y hazañas heroícas que vale la pena sentarse a contar. Ahora el Tour nos muestra al nuevo “Vino”, luego de un par de años fuera del ciclismo por un caso de dopaje sanguíneo regresa a limpiarse la cara, a demostrar que todavía queda mucho que aportar a sus seguidores pero lo más importante a rehacer su reputación. Y lo está logrando con creces, luego de decenas de controles doping y con la victoria en la Lieja - Bastogne - Lieja en su bolsillo, vuelve a aparecer desafiante, como animal salvaje herido, ya que en la llegada en Mende el día anterior quedó a 4 segundos del triunfo luego de una paliza de 146 kilómetros en fuga, estaba con la miel en los labios y hambriento. En la etapa 13 en Revel, aprovechó un repecho de tercera categoría para desatar su furia, y aunque quedaban 7.5 kilómetros para el final, pudo vencer a las tropas del Columbia, Garmin, Lampre y Cervélo, auténticos especialistas para armar las llegadas de los sprinters del momento. Vinokourov pudo vencer a un tren que viajaba a 60 km/h y lograr vencer en terreno francés 5 años desde su última victoria en el Tour.

Queda poco para la finalización del Tour, pero con los pirineos por delante, Aubisque y Tourmalet como jueces estrictos que cobraran todas las facturas pendientes. Al final de la jornada, cuando se eleven las banderas y se canten los himnos nacionales en los Campos Elíseos, tendremos dos corredores llorando, uno por frustración y otro por la victoria. Ahora el Tour es cosa de dos, Andy Schleck y Alberto Contador, ambos dispuestos a marcar la historia en este 2010.

Jose Chacón.

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